Enfrentarse al rey era algo común en la Edad Media. La historiografía tradicional veía cualquier tipo de oposición de las ciudades o de los nobles a la monarquía como un movimiento retardatario que buscaba frenar el inevitable, y deseable, desarrollo del poder regio para defender arcaicos privilegios locales o los intereses privados de unos aristócratas egoístas que carecían de visión de estado. En las últimas décadas la investigación sobre este tema ha producido importantes avances, aunque nuestra comprensión de cómo las rebeliones impactaron la dinámica política y social de su tiempo aún sigue siendo limitada. Ante ello, se impone la necesidad de revisar los eventos específicos con mayor profundidad, contextualizándolos en luchas de poder amplias, con el fin de alcanzar una comprensión más rica sobre el modo en que las revueltas urbanas y nobiliarias contribuyeron a moldear la evolución del poder monárquico.