El ser humano es el único que r¡e, pero también el único que es capaz de gritar, como dice Bukowski, amablemente. Un grito amable, honesto, que perdura en la mente del receptor. Alzar la voz porque algo nos toca la fibra es algo que nos diferencia a los poetas del resto de los mortales. Estos poemas, que ahora llegan al lector, son un grito amable. En ellos transcribo la impresión que me han dejado mis conocidos, gente que ha llegado a m¡ o a la que yo he llegado. Se puede decir que este libro está basado en personas reales, cada una original a su manera. Y as¡, cada una me ha marcado de alguna forma. Pero ésa es la primera impresión. Una segunda lectura permite ver dónde me aprieta las clavijas el destino. Aún más importante, da una idea de cómo capeo el temporal. Digamos que Dios, o una naturaleza mejor, mete el dedo en la llaga, pero lo crucial no es que me lamente de ella o de la gracia divina de tocar la herida; lo humanamente poético está en sentarme detrás de la barrera y pintar el tapiz lo más completo que me permite la teor¡a del extra?amiento, con cierta ternura, humor o iron¡a. En otra capa de lec