Con una estructura circular, Memorias inconexas del viajero en el tiempo, es la metáfora de la vida, porque la vida es tiempo y todo lo que ocurre en su centro: su paso inexorable, la memoria (individual y colectiva, inconexa en cualquier caso), la nostalgia del pasado, lo incierto del futuro y la sutil línea que separa lo real de lo irreal. El poema «No volveré a ser joven» de Gil de Biedma abre y cierra la obra, ese viaje entre la hora uno y la 24, en la que la siguiente (25) es, como la cero, la nada, el regreso a ninguna parte. Y en el medio, el único argumento de la obra: envejecer, morir.