Desde la publicación de su primer libro, Hubo la viola, Iraida Iturralde ha aportado una voz inconfundible a la poes¡a cubana (no a?ado del exilio porque la poes¡a cubana la de aqu¡, la de allá, la de más allá es una). Este, su séptimo poemario, afianza la presencia y singularidad de esa voz. Preso el ant¡lope transita entre dos polos: la sociabilidad y la reflexión. Los poemas que celebran lazos de afecto o admiración se distinguen por su tranquila afabilidad, as¡ como por la empat¡a con que Iturralde se compenetra con sus sujetos. Pero es en los poemas reflexivos la separación entre sociabilidad y reflexión no es inviolable; los polos suelen cambiar de signo donde Iturralde muestra lo mejor y más caracter¡stico de su talento. Sin llegar a decirlo todo, aunque sin dejar de decir lo suficiente, estos poemas hacen gala, en palabras de Iturralde, del ojo opulento de un verso alucinado. Nos hablan de pérdidas, búsquedas, resarcimientos. Sutiles sin conceptismo, densos sin opacidad, son poemas que una vez que nos tocan, no dejan de sacudirnos. Y de Cuba, ?qué? Atisbada más que mentada, la isla muda se mece / sob