El autor nos mete de lleno en su novela con una escena inaugural inquietante: un joven de 27 años ayuda a su bisabuela a tirarse por el balcón y terminar así con los sufrimientos derivados de una enfermedad. A partir de allí, vencido el tabú de la muerte, todo puede pasar.
"Hay novelas que avanzan hacia su clímax, su punto límite, su hecho inconcebible. Y hay novelas que, en cambio, parten de ese límite, que sitúan un hecho inconcebible justamente en el comienzo. La pregunta que la sostiene es entonces ¿cómo se puede seguir después de esto? Impecable artesano de la tensión narrativa, Francisco Moulia logra que la muerte y la inmortalidad, asignadas por costumbre a alguna clase de metafísica, transcurran como lo que en sentido estricto son: un hecho y una ambición de la vida cotidiana."
