A un ciudadano normal y corriente le llega una carta donde el Escatroplacio Mayor le nombra Inspector de Mentiras. Como ese ciudadano normal y corriente no tiene ni idea de cuáles son las funciones de un Inspector de Mentiras, decide ir a preguntar a la dirección que indica la carta. Encontrar esa dirección no es tan fácil como parece, y mucho menos, descubrir las funciones de un Inspector de Mentiras. El ciudadano normal y corriente va de despacho en despacho y de ventanilla en ventanilla y, por fin, alguien se apiada de él y le explica que debe salir a la calle a investigar mentiras y hacer, después, informes sobre ellas. Ni corto ni perezoso el hombre se echa a la calle, pero pronto se da cuenta de que no recibe más que mamporros y malas contestaciones. Realmente, ¡ser Inspector de Mentiras es una verdadera lata! Por fin, consigue que le cesen en el cargo; ¡claro que poco después le nombran Subescatroplacio segundo!
